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Celebración del Miércoles de Ceniza: ``Conviértete y cree en el Evangelio``
Con la imposición de la ceniza comienza en la Iglesia Católica el tiempo litúrgico de la Cuaresma y, con ella, en todos lo apostolados de la Provincia agustina de San Juan de Sahagún. Son cuarenta días de preparación para la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
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La palabra clave que va a acompañar a los cristianos desde el día de hoy, hasta momentos antes de la Misa de la cena del Señor en el Jueves Santo, es “conviértete”. De hecho, en el rito de la imposición de la ceniza, al mismo tiempo que se hace la señal de la cruz con ella en la frente, se dice la frase “conviértete y cree en el Evangelio”.

La Cuaresma empieza con la ceniza, que evoca la muerte, lo caduco, y concluye con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Es todo un proceso para decir “adiós” al hombre viejo que hay en cada ser humano y gritar “hola” a la nueva persona que surge con Cristo Resucitado.
Como dice San Agustín: “El hombre viejo, Adán, camina en mentira y en doblez. El hombre nuevo, Cristo, camina en verdad y en rectitud. Revístete, pues, del Señor Jesús y serás veraz. Sin la iluminación de la Verdad, el hombre está desnudo, privado del vestido de la luz y envuelto en el nubarrón de la ignorancia” (Serm. 166,2,2)
Sobre la Cuaresma
Que este tiempo litúrgico dure cuarenta días no es un algo decidido aleatoriamente, como si fuera un número de la lotería sacado del bombo. En la Biblia el número cuatro hace referencia a lo material y, cuando va seguido de ceros, significa el tiempo de la vida del ser humano en la tierra, donde pasa dificultades y penalidades.
Así, en la Biblia se cuentan variadas experiencias que tienen como base la cifra cuarenta. Por ejemplo, se habla de cuarenta días del diluvio, cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública.
Cabe destacar que la práctica de la Cuaresma viene desde el siglo IV, cuando se la comienza a ver como un tiempo para la penitencia, la renovación en toda la Iglesia con la práctica de la oración, el ayuno y la abstinencia. Estas tres acciones ayudan mucho a los que quieren seguir un camino de cambio, de conversión pues, como señala San Agustín “Cuando alguien inicia su conversión, el hombre nuevo dentro de él entabla una lucha a muerte con el hombre viejo, que también habita en él” (Serm. 19,2)
Oración, ayuno y abstinencia
Para ir diciendo “adiós” al hombre viejo que hay en cada ser humano se ofertan estos tres elementos. Abarcan las tres dimensiones fundamentales que, para los cristianos, tienen las personas: la relación con Dios, con los demás y con uno mismo.
Así, se hace necesario potenciar la oración, el encuentro con el Señor a través de la lectura de la Biblia y de los momentos de estar con Él, ya sea a solas o junto con la comunidad cristiana. Promover el ayuno, el compartir con los demás los bienes materiales y espirituales, dígase perdón, misericordia, acogida. Fomentar la abstinencia, no solo de comer carne, sino de realizar obras que lleven a la injusticia, violencia, odio, desamor, infelicidad.
Oración, ayuno y abstinencia, tres patas para la Cuaresma, para el proceso de conversión. Porque, como expresa San Agustín: «Haces limosna de bolsillo si socorres al mendigo. La haces de corazón si al hermano das perdón. Ambas limosnas son necesarias, pues si falta una de ellas la oración no puede levantar el vuelo. No puede volar con un ala sola” (Serm. 58,10)