Ser Agustino

Formación Permanente

La renovación de la vida religiosa es uno de los temas planteados desde el Concilio Vaticano II. Hace ya más de 50 años (28-X-65), el Decreto Perfectae Caritatis señalaba los principios generales a seguir para la adecuada renovación de la vida religiosa (PC 2):

  • Seguimiento de Cristo según el Evangelio.
  • Carisma y patrimonio propio de cada instituto.
  • Comunión y participación en la vida de la Iglesia.
  • Situación y necesidades del mundo de hoy.
  • Prioridad de la renovación espiritual.

En el Plan de Formación para los miembros de la Orden se especificaba con claridad la necesidad de crear unos planes para la Formación Permanente de los religiosos. Los fines que señala son:

119. La formación permanente recibe su sentido fundamental de la necesidad de cultivar y revitalizar continuamente la gracia de la propia vocación. Como nos recuerda Agustín: “Donde dijiste: ‘basta’, allí comenzó tu perdición”. Esta es la razón por la que tenemos que avivar continuamente nuestra vida espiritual, encontrar cada día un renovado sentido a la vida común y a la fraternidad, y remozar incansablemente nuestra misión de anunciar el Evangelio.

120. Cada hermano debe ser totalmente consciente de que la renovación y la formación son un desafío para toda la vida. La formación permanente debe incluir todos los aspectos importantes tanto de nuestra vida humana como religiosa.

121. La formación permanente nos ha de llevar a vivir el propio trabajo y darle sentido religioso. De este modo hallaremos en él una verdadera dimensión contemplativa y sabremos cómo aprovechar todas las posibilidades que se presenten, llenos de un verdadero deseo de renovación.

El esfuerzo por una auténtica renovación es hoy y quizás lo sea más que nunca (ante el cambio acelerado de la cultura, la sociedad y la Iglesia misma; sin olvidar el problema de la multiculturalidad y el reto de la inculturación). Y, aunque no es fácil, es todavía posible (tenemos un rico patrimonio humano y espiritual capaz de afrontar el desafío). Conscientes de ello y sin olvidar los logros de los últimos tiempos debemos seguir caminando y dejarnos interpelar, una vez más, por las palabras de Nuestro Padre San Agustín:

“Somos al mismo tiempo perfectos e imperfectos. Perfectos en nuestra condición de caminantes, imperfectos porque aún no hemos llegado a la meta… Avanzad, hermanos míos, examinaos honestamente una y otra vez. Poneos a prueba. No estéis satisfechos con lo que sois si queréis legar a lo que aún no sois. Porque donde te consideras satisfecho de ti mismo, allí quedarás parado. Si dices «basta», entonces estás acabado. Así pues, añade siempre algo más, avanza sin parar, progresa siempre” (S. 169, 15 y 18).